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Espaldas débiles de mujer

Actualizado: 21 ene

1998, César Bellido López. 36 páginas. 9 poemas.

 

Prólogo


Solo un año antes, acababa de culminar mi tercer poemario, Memorias en el Yo de la Ponciana. Eran años de bastante discordia familiar para mí. Tenía muchos asuntos pendientes, o así lo sentía. Quería decidir mil cosas a la vez y no ataba ni desataba. Ni para atrás ni para adelante. Me veía estancado y, con mucha rabia, notaba como muchos de mis compañeros, colegas y amigos avanzaban hacia sus objetivos. Claro, había otros que, al igual que yo, solo nos quejábamos de nuestra mala fortuna y, creo que, en realidad, no queríamos ver que más que mala fortuna era solo cuestión de parar un momento, de respirar, tomar de buena manera las mejores sugerencias que pululaban y empezar. Pero, ya sabes, a veces lo más sencillo resulta ser aliarse con el mejor amigo (o amiga) de la frustración: la queja. Era, 1998.

 

Debo decir también a mi favor que, si había algo en lo que sí me iba bien, era en las dispersas relaciones amorosas que tenía. Me resultaba sencillo. Me brotaba la chispa por donde fuere. Me sentía a tope y no había razón ni motivo que me detuviera si de “enamorar” a una mujer se trataba. Por alguna extraña razón, toda la falta de confianza de la que gozaba en las distintas aristas de mi vida se compensaba en ese punto. En definitiva, la teoría y la práctica eran, como se suele decir en buen castizo, la combinación perfecta.

 

¿Era feliz? Mentiría si diera una respuesta. De verdad, mentiría. De hecho, me pregunto si se puede ser feliz estando del carajo en tantas cosas, pero superbién en una que, a todas luces, puede resultar ser la dicha plena para alguien cuyas hormonas están más desatadas que tu paladar saboreando, por segunda vez, el más delicioso manjar que hayas probado en tu vida.

 

¿Era feliz? Si me fuerzo a responder, diría que no. Diría que, más bien, era un remedo de un galán cuyos créditos aún le bastan para ligar, un personaje tragicómico de una excelsa obra mal llevada a las tablas y en donde, para matizar, se le va cambiando de musa al galán, de escena en escena, solo para satisfacer egos. Casi casi, Espaldas débiles de mujer pretende reflejar ese estado. Un poema, una escena, una musa diferente.

 

¿Qué decir de todo ello? Me abstengo. Esta vez, muy a mi conveniencia, me refugiaré en todos y cada uno de los versos del poemario. Me ocultaré. Ocultaré mi vergüenza.



 

Espaldas débiles de mujer © 1998 by César Bellido López is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International

 
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